domingo, 28 de noviembre de 2010
Cuando la libertad se llamaba 'tupperware'
sábado, 20 de noviembre de 2010
'Sexo por compasión', una impecable ópera prima
Comedia estrenada en 1999, Sexo por Compasión fue la ópera prima de Laura Mañá, directora, guionista y actriz, que algunos recordarán dando vida a la dogmática miliciana de Libertarias (1996), que atolondra a un grupo de prostitutas con un encendido discurso sobre dignidad y camaradería.
Y es que son muchos los atributos de Laura Mañá y casi todos están condensados en este primer trabajo. Como guionista hay que reconocer en ella una indudable capacidad para recrear un mundo propio y reflejar un estilo que guarda muchos parentescos con el realismo mágico. Sexo por compasión es un buen ejemplo de esta faceta creativa. Ambientada en un tiempo indefinible, en un pueblo descolorido que ha perdido el entusiasmo, la profundidad de los personajes y ese toque hiperbólico de su carácter inducen a un ambiente surrealista, al estilo de Amanece que no es poco, pero sin el punto histriónico de la película de José Luis Cuerda.
La actriz María Barranco, al hilo de su interpretación en el último trabajo de Mañá, La vida empieza hoy, confesaba en una entrevista que gracias a su formación interpretativa esta directora cuida a sus actores y no los trata como "muñecos". No en vano, al frente de un sólido reparto, con Elizabeth Margoni a la cabeza, en Sexo por compasión consigue que la profundidad de sus personajes no quede eclipsada por la popularidad de actores tan reconocibles como Álex Angulo, Pilar Bardem, Mariola Fuentes o Pepe Sancho. En este plantel de figuras, debo reconocer mi debilidad por una Elizabeth Margoni que hace increíblemente creíble un personaje como Dolores, esa católica ferviente que, impulsada por sus deseos de amor al prójimo acabará regalando lo prohibido... hasta el punto de convertir el pecado en una obra de caridad. Margoni es el cuerpo generoso que irradia dulzura yla voz que en cada frase entonada seduce al modo de un canto de sirena. Su cara angelical y esa resignación bondadosa que consigue transmitir constituyen gran parte de su acierto interpretativo. Todo ello, sumado a la atemporalidad de la narración y a unos personajes tan cautivadores y fantásticos como la vieja Leocadia -obsesionada por retratarse cada mañana en una nueva fotografía-, la lospareja de enamorados sin más ruegos a San Antonio que valor para confesar sus sentimientos y ese displicente universo masculino -que emplea como pilares el papel del cura y el del marido- corroído por la santidad de Dolores. Todos estos personajes sustentados en el áurea de la protagonista, cuya capacidad de entrega parece no tener límites, recrean un cruce de relaciones hilarante hasta el punto de que la acaban elevando a la categoría de mártir. Una mártir moderna que carga con abnegación las patologías de sus singulares vecinos.
Las preguntas, cargadas de moralina, no tardan en emerger ¿Cómo sería una santa en el siglo XXI? ¿En qué consistiría su generosidad? ¿Sería vista la bondad extrema como un acto de soberbia? Divertida e irónica, el personaje de Dolores se acaba convirtiendo en una especie de Meca cristiana a la que todos deben visitar. Pero, como es sabido, la perfección no es bien acogida siempre, ni siquiera en esta suerte de Macondo cinematográfico. En ese toque disparatado y a la vez tan verosímil está toda la fuerza creativa de Mañá y gran parte de su maridaje con el realismo mágico, que no está reñido con el afán reflexivo que se resguarda en el fondo de la película.
Por su parte, el protagonista masculino y marido de la Santa, encarnado por Pepe Sancho, viene a ser una imitación del José bíblico, condenado a vivir a la sombra de una virgen. Sin embargo, ayudado por su carácter, medio áspero, medio sentimental, acabará demostrando que detrás de una gran mujer bien puede esconderse un hombre profundo abochornado por la grandeza de su cónyuge.
En el apartado técnico, el realismo mágico se refleja en un juego de luces que recuerda la fábula y el oportunismo que Victor Fleming empleó en El mago de Oz, pasando de una vida en escala de grises a otra de intenso color motivada por la hilarante acción de los personajes. Con este tipo de rasgos, Laura Mañá muestra que es atrevida y eficiente, adjetivos que no siempre van de la mano. Y es que Sexo por compasión es una comedia en la que no sólo se habla de un guión cuidado y de unos protagonistas perfectamente definidos, sino que tratamos una composición de planos pictóricos en los que la fuerza de la imagen sustenta la narración sin necesidad de diálogo, como muestran los primeros minutos de la película.
lunes, 8 de noviembre de 2010
Poética del viento
Día, pues, para enredarse a la manta y emborracharse de caldo, para tener al fuego la cafetera y dejar que sus jugos nos abrasen por dentro mientras el viento hace lo suyo arañando los cristales, recordándonos su irreprochable inmensidad. Y es en ese recogimiento, en esa búsqueda de protección hogareña es cuando nos subimos a lomos del otoño sin calentamiento ni preámbulos. Por una vez, parece que los preliminares han perdido todo el romanticismo y que, vareados por el bufido otoñal, hemos abrazado el equinoccio con la intensidad de un reencuentro frugal que apenas acontece una vez al año y que, como todo lo realmente bello, es común a todos los mortales.
¿Que por qué me gusta el otoño? Porque nos pone un paso más cerca de una nueva primavera.
jueves, 4 de noviembre de 2010
La lucidez del filósofo
Y es que en tiempos presocráticos, Empédocles atajó la polémica entre el "nada cambia" que defendía Parménides y el "todo fluye" de Heráclito. Para él, ambos filósofos erraban y acertaban en algún punto de su razonamiento: si bien es cierto que algo está en constante cambio, también lo es que hay algo que permanece inmutable. Ese algo son las cuatro raíces de la naturaleza: aire, fuego, tierra y agua. Los cambios en el entorno se debían, por tanto, a las diferentes combinaciones de estos elementos que se unían mediante una fuerza creadora (el amor) y se separaban mediante una fuerza destructora (el odio). Y esta teoría condujo a Empédocles a pensar que en nuestro ojo existían esos cuatro elementos y la visión resultaba del reconocimiento que, por ejemplo, la parte de fuego presente en nuestros ojos hacía respecto a la cantidad de fuego que componía los materiales. Y así con los otros tres elementos.
Si reducimos esas cuatro "raíces" a dos y les llamamos conos y bastones hallaremos la explicación que permite a nuestros ojos captar el color y la luz de los objetos. Que sería como decir, en una explicación mucho más imaginativa -y nada desatinada- que nos quedamos con el fuego, el aire, la tierra y el agua presente en las cosas que nos rodean.
Y es que, a pesar de que el mayor enemigo de la filosofía son algunos profesores de esta asignatura (empecinados en malgastar sus clases haciendo que los alumnos intenten captar el rumor de las olas en plena estepa) esta materia tiene aplicaciones tan prácticas y cotidianas que uno, por fin entiende, por qué estos pensadores conservan un nombre propio en la Historia.